PRÒLOGO
había desaparecido en Rumania. Su destreza hizo, sin embargo, que se le
apreciara
como
traductor.
Conocía el rumano perfectamente, hasta el punto de que escribió, a petición de su amigo Solomon, algunos poemas en
rumano.
Pero siempre le fue
fiel
a la lengua alemana,
pese
a que se hubie
ra
convertido en la lengua de los verdugos de sus padres: «Uno no puede
expresar
su verdad más que en su lengua materna; en una lengua extranje
ra,
el poeta miente», decía.
Los
dos años pasados en Bucarest
(1945-1947)
constituyeron un periodo de transición, un tiempo en el que
ahorrar
dinero
para
poder pasar aViena, la verdadera meta de Paul. Un amor de la última época en Czernowitz, Rosa Leibovici, había acudido a Bucarest, respondiendo a las llamadas del poeta, pero finalmente la relación, como ocurrió con Ruth Lackner,no tuvo continuidad. Mientras, escribió la mayoría de los poemas que com
ponen
La arena de las urnas,
que iban a ser retomados, casi todos
ellos,
en
Amapola y memoria, y
lo
hizo
«con el sentimiento de que estaba escribiendo
cada
vez mi último poema»,
según
confesaba a un editor en 1946.Aunque le divertía el surrealismo atmosférico que impregnaba el ambiente literario de Bucarest, y pensaba que podía tener éxito allí comopoeta en lengua alemana, a pesar del tono tan distinto de sus obras, justoantes de que el rey rumano abdicara y se declarara la República popular,
Paul
Antschel, convertido ya en Paul Celan, abandonó la capital rumana.
Lo
hizo
en el peor momento
posible.
Dejó
todos sus manuscritos a susamigos, y emprendió sin nada un peligroso viaje por el que tuvo que pagaruna suma exorbitante a un contrabandista. Al
carecer
de documentos, debía
cruzar
las fronteras clandestinamente, obligándose a atravesar todaHungría en el frío otoño de 1947, dormir en estaciones de tren abandonadas, aceptar la caridad de los granjeros húngaros, etc. Todavía en su piezaen prosa
Dialogo en la montaña
se puede encontrar un
rastro
de este viaje:Una tarde que el sol, y no
sólo
él, había tenido su ocaso, se fue,
salió
de su
casita,
y se fue el judío, el judío e hijo de judío, y con él se fue su nombre, elimpronunciable, se fue y se vino, se
vino
tranquilamente, se
hizo
oír, se
vino
con bastón, se
vino
salvando la piedra,
¿me
oyes?, tú me oyes, soy yo, yo, yoy él, el que tú oyes, el que crees oír, yo y el otro.Llegó a Viena con una
carta
de recomendación de su mentor, Margul-
Sperber,
para
el literato austríaco Otto Basil. Margul-Sperber lo presentabacomo el poeta que podía contraponerse a Kafka en su género. Basil lo
recuerda
como «el joven de los ojos tristemente oscuros», que «hablaba convoz suave y parecía modesto, reservado, esquivo, casi asustado». En febrerode 1948, un editor
suizo
le comunicaba su
deseo
de publicar su primer librode poemas,
La arena de las urnas.
El propio Basil publicaba una selección delos mismos en su revista
Plan,
obteniendo una buena acogida y un cierto eco
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